sábado, 30 de abril de 2011

En ausencia de mi

PARTE I. Que la culpa te haga huir

Es el olor de tu cabello, lo tomo entre mis manos, lo amontono en mi cara y no concibo lo que nos trajo aquí, no es real y como dijo aquel escritor, “y los sueños solo sueños son”.

Corriendo entre los árboles, saltando entre los matorrales, refugiándose entre la maleza, agitado, sucio como perseguido por una multitud, un niño atravesaba un bosque huyendo a toda velocidad al fondo escuchaba los ladridos de los perros que lo olfateaban como si se tratara de una presa muy jugosa. Detrás de la jauría corrían un grupo de 9 hombres con escopetas de caza, dichos hombres no parecen simples campesinos ya que dirigen sus animales con gran precisión, y están a punto de alcanzar a su objetivo.

El niño lleva la cara empapada de sudor, el rocío de los arboles refresca apenas su cuerpo ya simplemente corre por la inercia impertérrita de sobrevivir.
Al llegar a un claro del bosque se da cuenta que la maleza es muy alta, lo cual lo preocupa mas, pero tiene que seguir corriendo hasta llegar a un mejor lugar donde ocultarse, mientras tanto los perros, cuatro enormes pitbulls Staffordshire barrenan el sendero como balas trazadoras, el olor del niño para ellos es un estimulante que los alienta a seguir corriendo hasta que sus amos lo demanden. Uno de los hombres, un viejo alto de barba abundante le dice a su ayudante –“ese niño es muy rápido, si hubiera nacido en la ciudad sin duda sería un gran corredor digno de una olimpiada, o dos tal vez, llevamos persiguiéndolo cinco kilómetros aproximadamente y no ha bajado la velocidad”- mientras llegaban a una colina desde donde se divisaba el avanzar trepidante de la jauría, su ayudante un joven como de unos 20 años lo mira irónicamente diciéndolo: -“parece ser que ese niño ha ganado su corazón jefe”-, el viejo lo mira y con tono siniestro le dijo: -“muchacho, no confundas el amor con el respeto, por respeto trataré a ese niño como lo que merece, un gran rival y por amor empuño a Dalila, esta escopeta lo atravesará para mi, porque las cosas en las que pones toda tu energía son las cosas que más amas y en este momento también amo a ese niño por darle a este viejo el placer de sentirse joven de nuevo, esta es mi última temporada de caza”. Dicho esto, el viejo miró a su acompañante empuñó con fuerza su arma, una hermosa escopeta para cazar elefantes, con una marca tallada en un costado y la apuntó a la cara asustada y palidecida del muchacho, dedicándole estas palabras a su ayudante: -“mira esto y dime si no es el mejor tiro que has visto en tu vida”-, inmediatamente el hombre dio un giro de 180 grados, puso firmemente su pierna derecha al frente, arqueó su cuerpo colocándose en posición de tiro, susurró unas palabras a su escopeta y dejó ir un disparo que retumbó en los cuatro puntos cardinales, el disparo atravesó el viento como un castigo divino, acercándose peligrosamente a su presa.

El niño mientras tanto iba corriendo atravesando el claro del bosque, apenas se vislumbraba su cabeza asomándose entre la alta vegetación, con su mirada siempre pendiente hacia todos lados, escuchaba los ladridos, el jadeo y las pisadas retumbantes de los perros acercándose peligrosamente a él, su respiración acelerada parecía sobre exigir su cuerpo, dentro de su preocupación sentía que perdía el enfoque, el niño estaba al borde del colapso nervioso, miraba hacia todos lados muy confundido, para si mismo repetía: -“mantente fuerte, ahora estas solo, mantente fuerte”-, hasta que por fin vio los arboles de la continuación del bosque, y pensó: -“por fin los arboles, estoy cerca del río solo debo de aguantar más, debo…mirar hacia…abajo, ¡mierda!”-. En ese momento, por azares del destino se agachó y escuchó un zumbido que hacía arder el aire a su alrededor, y el estruendo de la bala llegó a sus oídos acompañado de un grito ahogado en llanto, la bala había atravesado parte de su brazo izquierdo, y el niño no tenía tiempo si quiera de sucumbir al dolor, siguió corriendo hacia los arboles mientras los perros se habían callado como confundidos por el ruido.

A lo lejos, el viejo sonreía despreocupado, su ayudante le preguntó: -“¿no debería de intrigarle el hecho de no haberlo matado?”-, -“la intención no era matarlo, era herirlo en una pierna dejándolo incapacitado de volver a caminar, pero extrañamente pudo girar, y lo hizo de la manera mas difícil, no puedo creerlo, bajemos tengo que ver a ese niño de frente, mientras le apunto”-.

El niño sangraba profusamente de su brazo izquierdo mientras trataba de contener el sangrado con su otro brazo, hasta que al fin llegó al río; pero el cansancio era demasiado, lavó su herida y se dio cuenta que la bala lo había rozado, solo tenía que aplicar un pequeño torniquete con un pedazo de su camisa, después de hacer esto levantó sus manos hacia el cielo y diciendo una pequeña plegaria exclamó: -“hey tu, Dios, mi madre te oraba mucho y así aun me abandonó, mi hermana te oraba mucho mientras mi madre la golpeaba, y mi padre te oraba mucho, pidiendo perdón por golpear a mi madre, y yo ni siquiera te he rezado agradeciéndote por permitirme escapar, así que en este momento te rezo y te pido perdón por lo que hice, espero sepas perdonarme y me dejes entrar al cielo sea lo que sea que me pase”-, dicho esto el niño agachó la cabeza, cerró los ojos e hizo la señal de la cruz, después de dar un largo suspiro, abrió los ojos y miró a los cuatro perros rodeándolo, acorralándolo, gruñendo como animales enloquecidos de rabia, estaban a un paso de saltar sobre él y despedazarlo.
Sus ojos estaban totalmente abiertos, rebalsaban del mayor pánico que una persona puede sentir, realmente estaba frente a su muerte -“¡No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no la muerte no la muerte no la muerte no la muerte no, por favor, por favor, por favor, por favor!”- repetía sin cesar, mientras los animales avanzaban hacia él.

Y en el momento que iban a saltar, el cerró los ojos y esperó lo peor. Y todo fue silencio; pero entonces.

El niño mantenía los ojos firmemente cerrados, mientras no respiraba; pero no sucedió nada, entonces fue abriendo sus ojos, cuando lo que vio lo asustó tanto que se fue de espaldas en el agua. Los 4 perros estaban sentados frente a él, sin hacer ruido, simplemente la jauría lo miraba firmemente, fue entonces cuando los animales reaccionaron empezaron a gruñir, se dieron la espalda y se marcharon sin más aspaviento. El niño estaba aliviado, había escapado de una muerte espantosa, aun sin idea, se dispuso a atravesar el rio, cuando escuchó algo que lo incomodó, vió hacia los arboles por donde se alejaban los perros, y los perros estaban sentados en perfecto orden en la colina, a lo lejos y en la oscuridad del bosque, observó que los ojos de los perros se iluminaban de un color azul brillante, como si fueran luces entre los árboles, y desaparecieron. El niño atravesó el rio, no era muy profundo así que podía cruzar sin usar ambos brazos.

Al llegar a la otra orilla, plácidamente descansó sobre una piedra mientras miraba su brazo izquierdo, aun sangraba mucho, el tenía que apresurarse a llegar al pueblo más cercano antes que cayera la noche, así que siguió avanzando. El niño a paso lento y meditabundo, recorría las laderas del bosque, su herida, el dolor, el cansancio extremo ralentizaban sus pasos, el niño miraba las hojas de los arboles bailar con el aire helado que movía tiernamente las copas de los arboles, refrescaba su frente y apaciguaba su mente ya extenuada de tantas emociones fuertes, el niño miraba las nubes entre las ramas, miraba las ramas en el suelo secándose y siendo absorbidas por los hongos, miraba las hormigas devorando una ardilla muerta, miraba la extensión oscura del bosque, miró un conejo posado sobre un tronco en el momento que un zorro lo atrapaba y lo devoraba, miraba el escopetazo que golpeaba su cuello tirándolo en un mismo movimiento al suelo mientras el viejo, su ayudante y el resto de hombres rodeaban al niño perfectamente sincronizados, el niño estaba tirado en el piso, retorciéndose ahora si, en profundo dolor.

El viejo se acercó al niño, le apuntó a la cara y le dijo: -“con que era cierto que no lloras, entonces disfruta el dolor, esto demuestra que eres humano aun, pequeña bestia, yo no hablo con mis presas, porque mis presas no merecen que se les trate como un semejante, porque son presas y es la cadena de supervivencia; pero sabes niño, no quiero verte sufrir mas, así que, creo que mejor te mato aquí mismo y dejo que el bosque se quede contigo, porque si te llevo conmigo no vivirás de todas maneras; pero no puedo dejarte ir porque entonces ¿Qué clase de cazador sería yo?, sin más que decir, que tengas buenas noches muchachito y que Dios te perdone, no te preocupes Dalila siempre acierta al matar”-, y el viejo apuntó su escopeta a la frente del niño que ya estaba en el suelo, en posición de estrella, y Dalila escupió una bala directo a la frente del infante.

Aunque…

La bala fue disparada…

Jamás tocó al niño.

Y el viejo quedó atónito, el niño seguía vivo y casi ileso al no ser por la herida en su brazo, exclamó: -“¡Y esta mierda!”-, mientras recargaba furriamente su arma, y disparaba cuanto podía al niño, así lo hizo una y otra vez, hasta que su ayudante, le agarró la escopeta, y fuertemente le gritó: -“¡jefe, jefe, jefe, reaccione! ¡Mire lo que ha hecho!”-. Todos sus hombres estaban muertos frente a él, todos tenían un disparo en el ojo izquierdo. Todos muertos en un círculo alrededor del viejo. El viejo estaba perturbado, se preguntaba si el mismo los había matado, sus ojos se movía como un aleteo de colibrí, su cabeza le dolía, preguntó a su ayudante: -“¿Jonas, dime, yo los he matado?”-, el contestó de manera enfática: -“señor, Ud. mismo les apuntó a cada uno y en un movimiento relampagueante evitó que le dispararan en defensa, fue horrendamente espectacular…por favor no me mate”-. El viejo estaba asustado, no sabía que estaba pasando, solo sabía que algo se acercaba, lo escuchaba al fondo, lo podía ver desde la esquina de su ojo, el niño lo vio también y sus ojos volvieron a expulsar un pánico abrasador.

Alguien los había estado observando, todo este tiempo.

Eso es...

FIN PARTE 1

1 comentario:

Celesthe Ruano dijo...

“y los sueños solo sueños son”... Hay sueños que nos quitan el sueño y asi.