miércoles, 5 de diciembre de 2007

Cuatro Caminos

Camino 1. Oeste

Porque la vida es cruel, la gente se va, los buenos momentos pasan, el tiempo no perdona aunque Dios lo haga

Tanto sol, mucho sol para un día típico de mayo cuando el olor a tierra mojada, chicharras al borde de la agonía y zompopos característicos del mes. Estos son solo detalles que preparan a la gente para el invierno lluvioso, es lo mismo que divertía a Dalia, era un día que en su particular modo de vida le encantaba porque significaba que podría pasar más tiempo con sus amigos, su familia y alguien más.

Eran un poco más de las 6:40pm en su reloj, un pequeño regalo de su madre cuando regresó de Estados Unidos donde vivió un tiempo como muchos de nuestros compatriotas. Su familia se preparaba para visitar la iglesia.

Dalia tenía mucho que hacer esta noche, después de la iglesia habría reunión de grupo juvenil; pero este día no era especial por eso, con todos en un mismo lugar ella podría dar un paseo por el pueblo, había alguien a quien ella quería visitar.

Las calles vacías parecían enfriar a lo lejos del calor de la tarde, eran 32° una temperatura típica de la estación y de la ciudad de Nueva Concepción con tanta humedad cualquiera se asfixiaría corriendo; pero eso no detendría a Dalia y a su fiel bicicleta que tantas veces anteriores le sirvió de cómplice en sus escapadas.

Al salir de la iglesia dijo a su madre: -Ya vengo, voy al grupo juvenil-. Su madre le dijo: -¿Pero para que vas a salir ahorita?, está haciendo mucho calor-. Lo cual no detuvo a la joven que salió con mucha prisa, recorrió las calles del pueblo, era muy conocida por la gente que la veía con mucho cariño, ella era la niña bonita de la familia, la consentida de todos.

A sus cortos 16 años escuchaba con atención lo que los demás le decían, que tenía mucho futuro por delante, mucho que vivir, mucho por hacer; como típica adolescente todas esas voces en su cabeza solo la confundían cuando apenas estaba tratando de asimilar su edad y sus ganas de vivir intensamente.

Dalia iba observando con mucho cuidado las calles, a pesar de ser un pueblo habitualmente tranquilo y hasta cierto punto aburrido donde los días se van y otros vienen con leves variaciones solo en las fiestas patronales no era malo tomar las precauciones pertinentes.

Ya se acercaba al lugar, era la hora en que visitaría a su persona especial, a su novio. Como típico romance de adolescentes, sin permiso de padres, sin compromisos reales, sin responsabilidades y con muchas idioteces. Siempre he considerado que hay normas de conducta que no cambian jamás, si aprendes a ocultar tus secretos cuando tienes 16 años, seguirás ocultando cosas hasta tus divorcios o tus últimos días.

Dalia vió que se abría la puerta de la casa de su novio, miró su reloj que marcaba las 8:40pm lo que significaba que había llegado demasiado temprano a su reunión; pero la impaciencia es una característica inherente a esta edad, algo que debe corregirse, fue algo que a ella no le advirtieron.

Dalia levantó la vista y miró a su novio salir de la casa, con otra muchacha que precisamente ella ya conocía. Talvez pudo soportar aquella escena si el propósito de aquella apresurada cita no hubiera sido arreglar un pleito que habían tenido un día antes, ahora se daba cuenta que no había nada que arreglar, su relación ya se había roto desde antes del pleito y como suele ocurrir al estar enamorada, no quería ver la realidad.

Inmediatamente sintió el dolor característico de cuando te rompen el corazón, porque no se siente el dolor en el pecho, se siente el golpe en el estómago, la garganta que ahoga un quejido y los ojos que empiezan a humedecerse. Ella no soportó más y al ver que él se dirigía a tratar de explicarle se giró en su vehículo de dos ruedas y emprendió la escapada, ya no había nada que hablar, nada que entender, solo quería alejarse lo más rápido posible.

Mientras conducía su vista se nublaba y su llanto se ahogaba al tratar de respirar para mantener la velocidad exagerada que llevaba. Muchos adolescentes después de recibir tal decepción piensan en el suicidio, algo muy común en una edad llena de tanta incertidumbre; en cambio Dalia no pensaba, solo pedaleaba más y más rápido esperando ver la luz de su casa, y realmente vió la luz en un cruce de calle.

Eran las 9:30pm cuando llamaron a su padre, un amigo le daba una noticia que hico que le temblaran las piernas y se pusiera pálido de pies a cabeza. Su hija había tenido un accidente, y por el tono desquebrajado de su voz al escuchar la noticia la madre de Dalia se dio cuenta que algo espantoso le había ocurrido.

La escena era horrible, al parecer un automóvil se conducía a exceso de velocidad por un individuo en una condición deplorable intoxicado por el alcohol y las drogas, había arrollado a Dalia con un impacto tal que la joven salió disparada con toda y bicicleta a varios metros de distancia. No tuvo reacción alguna, no vió venir el golpe, había tenido demasiadas emociones para una sola noche.

Rápidamente la llevaron a la clínica más cercana. Media hora después el padre de Dalia fue informado por el doctor de turno entre la típica palabrería médica, su hija presentaba múltiples traumatismos, a parte de perder mucha sangre tenía huesos rotos en sus extremidades, columna vertebral prácticamente molida y un severo traumatismo craneal, realmente casi se había partido la cabeza en dos. Hasta que la muerte se apiadó de ella y la hizo cruzar al más allá.

Dalia murió cuando el reloj de la clínica de Nueva Concepción marcaba 10:40pm. Y un llanto inconsolable se apoderó de todos sus seres queridos. El funeral estuvo lleno de personas de la ciudad, ella era realmente muy querida, era la niña consentida de todos. El culpable de su muerte fue encarcelado, enjuiciado y después liberado, como otro acto vil en el cual el dinero vale más que la justicia, nunca pensé que años después me enterearía que un amigo mío era primo de este tipo (verdad Blog Admin). Su ex-novio pasó mucho tiempo traumatizado, la culpa era demasiada grande, al final el cinismo es un buen sedante para aliviar el dolor.

Años han pasado desde esa tragedia que enlutó a una familia y a una ciudad; pero aun se siente la pena. Existe un mito en la familia que al momento que ocurrió el accidente una persona se acercó a auxiliar a Dalia pudo observar en su cara las lágrimas que se deslizaban de sus ojos cafés medio cerrados y una sonrisa que delataba una profunda desilusión.

PD: Esta historia está basada en hechos reales, los nombres han sido cambiados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"El cinismo es un buen sedante para aliviar el dolor..."
Lamento haberme enfrascado en solo una linea de toda tu historia (muy buena por cierto, me gusta tu caracteristico modo de redactar), pero muchas personas solo ven el dolor desde una cara de la moneda...
"El cinismo es un buen sedante para aliviar el dolor."
Lo malo de los sedantes es una de dos:
-Pierden su efecto o
-Se vuelven adictivos...
El cinismo es igual...y el dolido no sabe que decidir despues...si seguir su estupido camino de "felicidad", o volver a morir lentamente por el dolor que lleva muy dentro...