martes, 25 de septiembre de 2007

En La Guerra y El Amor

Parte 1. Guerra

Junio de 1985, no recuerdo el día, debe de ser porque apenas era un infante; pero creo que ni la persona dueña de esta historia lo recuerda. Entre lagunas mentales e imágenes borrosas solo puedo empezar a relatar.

En las zonas fronterizas de Morazán con Honduras, que para aquel entonces aun pertenecían a El Salvador después de librar un cruento enfrentamiento entre las fuerzas armadas del ejército y la ex-guerrilla por fin llegaron a una culminación con saldo extrañamente favorable al ejercito y digo esto porque internacionalmente fue sabido del temor que irradiaba en los países vecinos la agresividad y determinación de los ejércitos paramilitares que poblaron los lugares recónditos de nuestro país.

Ya estaba amaneciendo cuando el Teniente que para este caso llamaremos “Turcios” que comandaba el batallón triunfante en esa noche determinó que era hora de dar parte a sus jefes: “Comandante por este medio comunico que la incursión sobre los territorios norte de San Francisco Gotera ha sido un éxito, hemos tenido bajas; pero al final hemos recuperado el lugar”. Eran las 7270 horas cuando al teniente Turcios se le informó de parte de los altos mandos que debía dirigirse a Chalatenango con cierta cantidad de elementos para efectuar labores de refuerzo en cierta comandancia de esa zona. En ese momento solo tomó los instrumentos necesarios que debe tener cualquier jefe de pelotón, cosas sencillas como cuchillo de los que vienen diseñados con hoja curva puntiaguda de revés en forma de gancho por si el enemigo desea que se le dibuje una sonrisa, éste para enfrentamientos uno a uno; un fusil M-16 colt modelo 604 de fabricación del glamoroso y siempre en asuntos bélicos muy colaborador gobierno Estadounidense; y la mochila con agua suficiente, algunas pocas provisiones más otros enseres extras.

Tomó ocho soldados bajo su mando y partió con rumbo hacia el noroeste a las tierras altas sin saber lo que le esperaba en el camino, solo encomendándose al Creador, como tratando de conseguir la venia de un Dios de guerra.

Mientras en San Salvador la gente corría de un lado a otro, los heridos no paraban de llegar, el Hospital Militar era un purgatorio en la tierra.

Uno de esos días que todos quieren olvidar y Ella estaba al límite de la resistencia al cansancio; pero como toda médico no le queda de otra que esperar y tener fe de que las cosas mejorarán, -“¡Puta, ya no aguanto el cansancio!”- pensaba ella mientras limpiaba una herida de bala de un soldado; pero como toda profesional le dijo pasivamente: “Ha tenido suerte, la bala salió sin tocarle el hueso”, algo que no sucedió con su compañero al cual tuvieron que amputarle la pierna. Después de eso corrió con toda prisa, porque en la entrada acababa de llegar otro herido.

Eran las 7:16am cuando llegó un aviso urgente al hospital, llegó un vehiculo militar con 5 efectivos, uno de ellos se introdujo a las instalaciones sin atender a las recomendaciones que se le dieron “Por favor estamos en momentos críticos”, le repetía uno de los médicos titulares; pero él pasó de largo asintiendo con la cabeza solo le dijo: “Esto será rápido, solo hay algo que tengo que comunicar a su superior”, cuando casi se tropezaba con una interna que corría para auxiliar a un paciente en condición crítica, -“No es fácil esquivar militares cuando se tiene prisa”- pensaba Ella mientras en plena sala abría el hombro de un soldado para extraer el proyectil que aun residía en su interior.

Ella ya sentía desfallecer cuando llegó una compañera y le dijo: “Te necesitan, tienes que irte”

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